sábado, 30 de noviembre de 2013

GANADORES DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA DE BUKUS (#BukusCE)


CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE


Gracias a todos por participar, tanto con vuestro apoyo en la red como los que se han presentado a este concurso.


En esta primera edición de BukusCE y tras nuestros 6 primeros meses de vida hemos conseguido que concursen 13 relatos, podéis leerlos siguiendo la etiqueta Relato concursante en #BukusCE.

Según lo expuesto en las bases:
  • Para menos de 70 participantes en la categoría de mayores de 16 años, el primer premio pasará a ser  un ebook Kindle y desaparece el segundo premio.  

    Desde Bukus queremos agradecer a todos los participantes, tanto a los que han continuado escenas de libros "marcados" como a los que han elegido las otras novelas, por eso se sustituye el premio del "Kit del escritor" (premio que se otorgaba únicamente a los relatos que continuasen escenas de libros marcados) por un cheque regalo en Amazon para TODOS LOS PARTICIPANTES DEL CONCURSO y a Juan Luis Ortiz por VALOR DE 5€*.

El Sr. Juan Luis Ortiz acertó la procedencia de nuestro eslogan. (Eslogan Original)
"Se buscan #lectores para un concurso peligroso. Largos días de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida de los mundos de las novelas. Honor y reconocimiento en caso de éxito. Posibilidad de ganar una tablet o un ebook. #BukusCE http://bit.ly/18yTg3d"

PREMIOS:
Categoría Fantasía/Ciencia-Ficción, otorgado por Tierra Quebrada:consultar

Categoría Pergamino con Tinta: consultar

Categoría Especial de Bukus:

Premio otorgado a:

       Por el elevado número de visitas que han tenido estos relatos y la gran aceptación entre los internautas, las escritoras de estos relatos han sido premiadas con TODOS LOS GASTOS PAGADOS en la elaboración de un ebook. No solo se les paga la maquetación, edición, portadas,... sino que también de los beneficios de la venta del libro, Bukus únicamente se quedará el 10% para cubrir gastos, quedando el 90 % de los beneficios a repartir a partes iguales entre las 3 escritoras.
       El libro recopilatorio de tres historias diferentes que crearán enlaza con la Segunda Edición de BukusCE cuyas bases saldrán el 1 de enero del 2014y estará abierto a todas las personas mayores de 16 años y constará de una escena que los participantes habrán de seguir.
       En esta edición también contaremos con la inestimable colaboración de Pergamino Con Tinta y Tierra Quebra y en especial su Proyecto Golem por apoyar y difundir el amplio mundo de la fantasía en español.



Primer premio Bukus:
La elección del relato ganador ha sido difícil y ha estado bastante igualada, pero a las 20:17 del 30 de noviembre, al fin ha ganado por 1 voto de más:
  • Relato ganador del ebook Kindle




Gracias a todos y os esperamos en la Segunda Edición con más premios!!


www.bukus.com







(*)Para países que no tengan el euro como moneda será la equivalencia a éste.



sábado, 23 de noviembre de 2013

CONCURSO ANIMALES: DEMASIADO CIERTO PARA SER MENTIRA

AUTOR: ROSARIO


 
DEMASIADO CIERTO PARA SER MENTIRA

Simón, un pequeño cachorrito de chihuahua de tres meses de edad había nacido en una jaula limpia y amplia de una asociación sevillana al sur de Andalucía una calurosa noche de primavera. Como en un patio de vecinos de celdas de metal, los demás ejemplares de diversas razas fueron testigos mudos, temerosos y expectantes del alumbramiento.
Su madre, Luna, una bella chihuahua famosa y envidiada por todas las demás hembras de la vecindad, había sufrido mucho en el parto. Aquella noche nacieron dos cachorros pero solo uno consiguió salir adelante. Ansiando por respirar vida como si la tomara toda de un sorbo, llegó al mundo el pequeño Simón.
Con los meses, el pequeño cachorro, se había convertido en un perrito alocado y juguetón de piel fina como el satén.
El color de su pelaje era castaño. Tres calcetines blancos en sus patitas y una estrella alargada en su pecho lo hacían especial. Sus pequeñas orejas puntiagudas como cuernos de caracol le daban un aspecto simpático y vivaracho.
Su juego preferido consistía en tumbarse panza arriba y dejar que el sol recalentara su regordeta y redonda barriguita. A Simón, le encantaba el sol y se ponía muy furioso cuando las nubes lo cubrían.
-¡¿Por qué?! -gritaba ofuscado.
-Debes tener paciencia, hijo. Aunque no lo veas, el sol sigue estando ahí. -Le decía su madre lamiéndole la cabecita con ternura.
A Simón también le gustaba correr por el patio y juguetear con las finas bridas de hierbas que asomaban entre el vallado de metal y el suelo. Mordisqueaba gustoso la hierba y saboreaba el frescor en su paladar.
Cuando el pequeño despertaba cada mañana, sabía que en cuanto el sol se colara por su caseta y le abrieran la verja de su jaula, podría salir a corretear y tumbarse panza arriba. Siempre admiraba los verdes prados que se podían vislumbrar desde la valla en la que le encantaba restregar su lomo.
Una vez todo el vecindario salía al patio aprovechando su libertad, se desparramaban en todas direcciones. Los más viejos, elegían un sitio tranquilo donde tumbarse a recalentar sus desgastados huesos sin que nadie les molestase, o a pasear pegados a la pared; pero ya apenas paseaban, se limitaban a deambular de un lado a otro con la cabeza baja y la mirada perdida entre sus patas delanteras con marcada satisfacción.
Toda la manada se dirigía insensiblemente hacía el mismo lado, como una coreografía ensayada.
A Simón, le encantaba juguetear con su madre. Arrancaba la hierba de la orilla de la alambrada echándola hacia arriba y golpeando el suelo con sus delgadas patitas. Luna, ladraba jugueteando con su hijo, feliz y agradecida a la vida por aquel regalo que le había llenado de nuevo el alma de esperanza.
Luna, había sido robada de la puerta de la casa de sus dueños. Fue pura diversión y nunca la devolvieron a su lugar. Pasó de mano en mano. Se negó a ser feliz con otros dueños. Ella quería a los suyos, y finalmente fue abandonada en la puerta de la perrera.
Uno de los cachorros más pequeños, un mestizo negro y de cabeza voluminosa, con el tupé erizado entre ambas orejas y con la cola inclinada hacia un lado seguía con la mirada entontecida las carreras de sus camaradas, como si tratara de explicarse a qué conducían aquellos alardes de resistencia.
Otros cachorritos parecían espantados. Algunos, sordos al llamamiento de sus madres, corrían en dirección opuesta a ellas, ladrando con toda la fuerza de sus jóvenes pulmones.
El grupo más alegre era el de las hembras de dos a tres años, éstas se paseaban todas juntas como señoritas, y se mantenían apartadas de las demás. Se agrupaban apoyando sus cabezas en el cuello de las otras, ladrando y saltando. De pronto, empezaban a dar brincos con la cola levantada y rompían a correr unas en torno a las otras. La más hermosa y la más traviesa del grupo era una Yorkshire cruzada, color ceniza con el pelo largo. Todas las demás imitaban sus juegos y la seguían a todas partes. Era la que daba el tono a la reunión.
Después de juguetear durante horas con su madre, Simón se tumbaba junto a ella, panza arriba.
-¡Cuéntamelo otra vez mami, cuéntamelo! -pedía con entusiasmo.
-Pues una vez, yo vivía con personas que me querían muuucho, en una casa grande…
-¿Qué es una casa grande, mami? ¿Qué es? ¿Qué es?
-Es un lugar calentito y acogedor donde solo vivíamos mis dueños y yo.
-¿Y que son uno dueños, mami? ¿Qué es? ¿Qué es?
-Unos dueños, son las personas que cuidan de ti y te quieren y te dan de comer.
-¿Cómo aquí? ¿Susi, Lupe, Juan y Samuel?
-Sí, cariño, ellos son nuestros dueños ahora.
-¿Ellos nos quieren, mami?
-Claro que nos quieren.
Simón se siente satisfecho con la explicación de su madre y refriega gustoso su lomo contra el suelo.
-Entonces, había veces que yo me enroscaba en el sofá -continuó Luna- y Ross, mi dueña, me abraza y me acariciaba como solo en el mundo ella sabía hacerlo.
-¿Y Qué es un sofá, mami? ¿Qué es? ¿Qué es?
-Es un lugar blandito, calentito y esponjoso donde los humanos se pasan gran parte del día y a veces lo comparten con nosotros.
-¡Eso que te cuenta tu madre es mentira, hijo! -se quejó Rony-. No te creas una sola palabra.
Rony, era un viejo Schnauzer que escuchaba la historia tumbado a al lado de la pareja.
-¿Ves esto? -prosiguió molesto levantando la cabeza y dejándose ver el cuello-. Es la marca de la cadena. Yo nunca conocí un sofá de esos de los que dice tu madre. Siempre estaba amarrado a un árbol con una enorme cadena que me hacía mucho daño, y solo cuando se acordaban me daban de comer.
Simón, con sus redondos y huevones ojos abiertos como dos bolas de pienso en un plato vacío, miró a su madre asustado.
-¿Y ves esta otra marca? -dijo estirando la pata y mostrando un enorme círculo sin pelos-. Me atropelló un coche mientras deambulaba por la carretera donde mis dueños me dejaron en el arcén.
-¡Vamos, Rony, deja a mi cría en paz! -replicó Luna- ¡Aquí el único que miente eres tú!
Rony, se levantó con dificultad, apoyando con gesto de dolor sus cuatro viejas patas en el suelo.
-¡Créeme chico, los únicos dueños que te querrán están aquí! -dijo, alejándose del lugar.
Por la mañana el sol se había elevado por encima de los árboles, y bañaba con sus brillantes rayos la pradera y el río que se podía ver a través de la alambrada. El rocío iba desapareciendo poco a poco; ya sólo se veían algunas notas esparcidas aquí y allá. Los vapores de la mañana se desvanecían y únicamente se levantaba algún que otro jirón de niebla tenue en las orillas del río. La calma reinaba en el espacio. Más allá de la margen opuesta se divisaba un campo de trigo, verde y todavía fresco.
Las emanaciones de las flores y de la jugosa hierba embalsamaban la atmósfera. A lo lejos se oía cantar al cuco, y Simón, tendido de espaldas bajo el sol, contó las mirlas negras como el azabache que revoloteaban por los aires por encima del patio. Una liebre, sorprendida por el animal al otro lado de la valla, huyó a todo escape, se agazapó luego detrás de una mata y enderezó las orejas. Ligeras nubecillas se agrupaban como nevados copos delante del sol, y Simón torció el gesto.
-¿Qué ocurre pequeño? -preguntó su madre preocupada.
-Ya están esas nubes cubriendo sol.
-No pasa nada por eso, cariño.
-Sí pasa -contestó ofuscado-. El sol desaparece, y eso no me gusta.
-El sol nunca desaparece, mi pequeña cría. El sol siempre estará ahí aunque no puedas verlo. -Le explicó a la vez que arrimaba su hocico a la pequeña oreja de su hijo y olisqueaba.
Simón, siguió mirando al cielo.
Pasaron unos días, y una mañana en la que el cachorrito había inventado un juego nuevo para él, que consistía en saltar y correr con la cola levantada en forma de penacho alrededor de una diminuta piedra, ya hacía su vigesimosexta vuelta cuando observó que a lo lejos se acercaban tres bultos.
Simón miró a las tres personas, el más alto era Juan, uno de sus dueños. Corrió a saludarlo con alegría y luego reparó en los dos rostros nuevos para él con esa mirada vivaz que le caracterizaba. Uno de ellos era un niño, debía tener unos diez años. Quedó paralizado por el júbilo del animal. El chico lo miraba boquiabierto con sus grandes ojos azules. Tenía una cara graciosa y llena de pequeñas pecas. El cachorro que le encantaba curiosear se acercó, olisqueó sus pies y quiso saborear aquellos cordones color hierba cuando Juan se quitó la gorra y con ella sacudió el hocico de Simón. El niño empezó a reír, su padre también y el cachorro dio un salto simpático hacia atrás.
Simón y su madre fueron adoptados por aquella cariñosa familia. El pequeño cachorro se negó a abandonar a su madre, corrió a su alrededor sin parar, utilizando aquel nuevo juego para llamar la atención del niño y su padre. Y todos se dieron cuenta de la intención del animal.
Salían a pasear por el campo cada mañana y jugaban. Cuando llegaban a lo alto de la colina, el niño, quitaba las correas de sus cuellos para dejarlos correr. Él corría a su lado, y juntos pasaban largas horas hasta quedar extenuados por el cansancio y el calor. Simón, aprendió a responder a la llamada que el niño le hacía desde lejos corriendo en su busca. El chico juntaba ambas manos y soplaba por un extremo, emitía un ruidillo y en cuanto el animal se aproximaba éste le premiaba con una golosina.
El prado estaba cubierto de rocío y de niebla que se elevaba con lentitud a medida que el sol brillaba con una mayor intensidad, se dirigió hacia el río mordisqueando la hierba y meneando la cola.
-¡Mira cuánta agua, mamá! -gritó el pequeño.
-Se llama río, cariño.
Desde allí, se podían ver las rejas del lugar donde habían dejado tantos recuerdos. Estaban justo al otro lado.
Fue hacia el sitio en que la margen del río tenía menor pendiente, sumergió sus patitas en el agua y empezó a beber con avidez. A medida que su cuerpo se hinchaba, experimentaba un dulce bienestar y agitaba con más satisfacción la delgada cola. Cuando hubo acabado, levantó uno después de otro, las cuatro patas metidas en el agua; sacudió la cabeza para apartar las gotitas de agua de sus bigotes, y se alejó para tumbarse bajo el sol tranquilamente.
Luna, se tumbó a su lado.
Simón, giró sobre su cuerpo y miró la alambrada.
-¿Aquel perro es Rony, mamá?
-Sí, cariño. Es Rony.
-Nos está mirando. ¿No saldrá nunca de allí?
-¿Recuerdas la niebla de esta mañana, pequeño mío?
-Sí, era muy fea. Me gusta más este sol. -Simón, restriega su espalda contra la hierba.
-¿Viste como las nubes fueron desapareciendo?
El cachorro asintió con sus redondos ojos cerrados.
-Hay que tener paciencia y saber esperar, pequeño Simón. El sol sieeeempre está ahí, detrás de las nubes, de las tormentas y de los rayos, simplemente hay que tener esperanzas. Siempre mirabas este río desde la otra orilla. Hay que saber mirar más lejos.
-Entonces… ¿esas historias que contaba el viejo Rony no ocurrirán jamás?
-Demasiado… demasiado… cierto para ser mentira, pequeño Simón.

Relato concursante por la Asociación LASA (La Sonrisa Animal)


martes, 12 de noviembre de 2013

II PARTE DEL RELATO SUYA, CUERPO Y ALMA




Si te gustó el relato escrito por BogEntendemos ambientado en la novela Suya, Cuerpo y Alma aquí tienes la segunda parte: Continuación

Si quieres leer esta novela: Suya, cuerpo y alma - Volumen 1

domingo, 10 de noviembre de 2013

LIEBSTER AWARD #1


LIEBSTER AWARD






       Hoy, después de 23 días desde que se nos notificara oficialmente que habíamos sido galardonados con un Liebster Award, podemos (por fin) continuar con el legado. Igualmente repetimos nuestro más sincero agradecimiento a Tierra Quebrada por elegirnos.





1. Hay que poseer un Liesbter Award para poder nominar a un total de 5 ó 11 ó 20 Blogs.
2. Ser un blog con menos de 200 seguidores, para blogs con más de 200 es un Best Blogs Awards
3. Has de hacerte seguidor del Blog que te ha nominado y visitar a los 10 Blogs restantes.
4. Has de contestar las 11 preguntas formuladas por el blog que te ha nominado.
5. Has de nominar a tus 5 ó 11 ó 20 Blogs, se ha de hacerles saber de su nominación
6. Formular tus 11 preguntas para los blogs nominados.



       Estas son mis 11 preguntas, cortesía de Tierra Quebrada:

1. ¿Cuál es tu personaje preferido de Alicia en el País de las Maravillas y por qué?
El Sombrerero Loco. Porqué prefiero celebrar los NO CUMPLEAÑOS (son más ;)) Pero la verdad es que entre mis amigos y familia no cuela!!

¡Feliz feliz no cumpleaños a mí!
¿A quién?
¡A mí!
¿A tú?

¡Feliz feliz no cumpleaños te doy!
¿A mí?
¡A tú!
¿A mí?

Brindemos por el día
con dos tazas de buen té.
¡Feliz feliz no cumpleaños
a los dos!

Bien sabido es que tienes tú un cumpleaños.
Imagínate, uno solamente al año.
Ah, pero te quedan 364 días de no cumpleaños.
Precisamente son los que celebramos aquí.

¡Feliz feliz no cumpleaños!
¿A mí?
¡A tú!
¡Feliz feliz no cumpleaños!
¿Para mí?
¡Para tú!

Que los pases muy felices
y ahora sóplale a la luz.
¡Feliz feliz no cumpleaños a tú!



2. ¿Cuál es el ingrediente secreto de la Coca-Cola?
Esa información me la extrajeron los espías de la T.I.A. y después me borraron la memoria con un extractor de fórmulas secretas. Actualmente sólo Edward Snowden puede acceder a ese archivo.
3. ¿Cuál crees que es la mejor adaptación cinematográfica que se ha hecho de un libro?
Cuando la encuentre contestaré a esta pregunta...
4. ¿Qué significa para ti escribir un blog?
Muchas horas delante del ordenador




5. ¿Te has planteado escribir un blog sobre cine alguna vez?
No.
6. ¿Has conocido personalmente a algún blogger de los que lees habitualmente?
La verdad es que no! Supongo que no tengo tiempo para viajar, están todos muy repartidos por la Península.
7. ¿Si pudieras empezar de nuevo con tu blog que cosas no repetirías?
Nada, me gusta tal y como está.
8. ¿Qué otro premio dentro del mundo de los blogs te gustaría recibir?
Siendo sincera, desconozco los premios que existen para los blogeros. Hace poco que tengo el blog y por ahora me conformo con ver como crecemos poco a poco, para los premios ya habrá tiempo...(o no!)
9. ¿Qué es lo que más echarías en falta si mañana te despiertas en un mundo completamente desconocido para ti?
A mi marido y a mis perros.
10. ¿Crees que la inmortalidad es un don o un castigo? (razona tu respuesta)
Para mí sería un castigo ver morir todo lo que amo.
11. ¿Qué te gustaría preguntarme antes de que todo esto acabe?
¿Dónde compras el polvo de hadas ese que le echas al zumo de naranja? Lo digo para dejar el café!! ;)


Hasta aquí las simpáticas preguntas de Aven y Nunn.



        Ahora vienen mis 11 preguntas

1. ¿Te gusta leer? (Si la respuesta es negativa te retiro el galardón)

2. ¿Por qué empezaste a escribir un blog?

3. A día de hoy, ¿se han cumplido tus expectativas con los resultados obtenidos por el blog?

4. ¿Qué género literario crees que se adapta mejor a tus sueños, fantasías...?

5. Si tuvieras que basar tu vida en una novela que hayas leído, ¿cuál sería? (¿Qué novela se ajusta más a tu vida?)

6. ¿De qué novela te gustaría ser el protagonista y vivir sus aventuras?

7. ¿Qué héroe/personaje principal debería haber muerto en el primer capítulo?

8. ¿Qué malvado/personaje secundario habrías absuelto del funesto final que su escritor le tenía reservado?

9. ¿Qué novela, después de haberla terminado de leer, has seguido pensando en ella y en sus personajes, días después? ¿Por qué?

10. ¿Has escrito una novela o tienes en mente hacerlo? (Si la respuesta es afirmativa dinos su título)


       Y la última!!


11. Después de comprobar por ti mismo (si aún no lo has comprobado ya lo harás) lo mal que está el mundo del libro, ¿te has planteado dedicarte hacer ganchillo?



        Mis 11 blogs elegidos son:


       Sé perfectamente que los 3 primeros tienen más de 200 seguidores y que no entrarían en esta categoría, pero son blogs/webs que sigo y me gustan mucho, por eso aprovecho esta oportunidad para darles un poco más de difusión.

Enhorabuena a todos!!

viernes, 8 de noviembre de 2013

CONCURSO ANIMALES: TRUFO

TRUFO, CONCURSO DE RELATOS DE ANIMALES
AUTOR: Trufico



TRUFO, MEDICINA




        El Yuyu era el rey de la casa. Con doce años, nos había proporcionado muchos momentos de felicidad. Pero, desde hacía dos años, estaba muy enfermo, ciego y sordo, y con una insuficiencia cardiaca que le hacía estar todo el día tumbado en su alfombrilla, sin moverse. Estaba desahuciado, pero seguía vivo. Por aquella época una amiga nos ofreció un cachorro de labrador, Trufo, con el que no sabía que hacer. Nos lo quedamos, pensando que el Yuyu estaba muriendo, y que, haciendo un esfuerzo, Trufo encontraría un hueco en casa, si bien no podíamos manejarnos con dos perros, pero iba a ser por pocos días.
        Y Trufo, con mes y medio, aterrizó en el salón. Se acercó al Yuyu, lo olió, e inmediatamente decidió que aquel viejillo moribundo era su padre, por lo que obró en consecuencia, acurrucándose junto a él, pese a los gruñidos de protesta. Y, en ese mismo momento, se obró el milagro. El Yuyu, renqueando, se levantó y fue a buscar su juguete favorito, seguido, por supuesto, por el cachorro, que daba saltos de alegría.


        Fueron pasando los días, y el Yuyu, en su papel de padre, se levantaba, avisaba, se movía, enseñando al Trufo lo correcto y lo que no se podía hacer. Comían juntos, empezaron a jugar a ratos, y, poco a poco, gracias al ejercicio, el corazón del viejillo resucitó, y la actividad volvió al cuerpecillo medio muerto.
        Y así pasó un año, un año entero lleno de felicidad. El perro joven se convirtió en el lazarillo de su “padre”, que estaba ciego, lo acompañaba, jugaba con él, no le quitaba ojo, respetaba su autoridad, pese a ser del triple de tamaño… Y los demás mirábamos asombrados y felices el milagro.
        Yuyu murió un año después, un año lleno de juegos y alegría. Fue enterrado en la sierra, bajo un manzano, cuyos frutos vuelven a nosotros cada verano. Y Trufo, nuestro rescatador, lloró durante muchos días su orfandad, sin querer comer ni jugar. Siempre que vamos al pueblo, nuestro Perro Medicina acude, raudo, bajo el árbol donde descansa su padre, escarba un poco, da varios saltos y ladra, contento, a la vida y al recuerdo del perrillo desahuciado al que él, sin esfuerzo, le regaló un año entero de felicidad.



Relato participante para la asociación ANUA (animales nunca abandonados), Almería

miércoles, 6 de noviembre de 2013

CONCURSO ANIMALES: BRAN

LA HISTORIA DE BRAN, CONCURSO DE RELATOS DE ANIMALES
AUTOR: Isabel Ladelarco



LA HISTORIA DE BRAN




        Me llamo Bran , y mi historia es tan cierta como que soy un bulldog francés.
        Desde cachorrito me recogió un hombre peculiar, andaba siempre en la cocina, removiendo cacharros y intentando inventar recetas nuevas y sabores diferentes. Yo vivía feliz, pues no había conocido nada más, nunca tuve una caricia, ni un abrazo, a veces incluso no sé si era consciente de que yo existía, pero como sus guisos nunca resultaban lo suficientemente buenos, como para servirlos a sus clientes, me llenaba mi pequeño cuenco del resultado de sus inventos: Hacía una masa pastosa con tropezones que a mi me resultaba de lo más exquisita, pero con la que mi dueño nunca quedaba satisfecho, ni siquiera viendo que yo apreciaba muchísimo su receta, y la repetía una y otra vez, yo observaba sus movimientos y me relamía, moviendo la cola, porque conocía todo el proceso: ponía la masa en la sartén, la masa se pegaba a los bordes y al fondo, dejando un sabor un poco amargo pero que yo acababa devorando con gusto.
        Un día, después de otro fracaso, mi dueño el cocinero se enfadó, lanzó todos sus enseres y salió de la casa, Intentando buscar la inspiración fuera de esas cuatro paredes. Yo salí detrás de él , me costaba muchísimo seguirlo con mis patitas cortas, pero él estaba tan ofuscado que caminaba y caminaba sin parar y ni siquiera me veía, empezaba a llover cuando conseguí alcanzarlo, estaba mirando el mar, intenté avanzar hacia él y mis patas se hundieron en la arena…oooh! Sentí pequeñas cosquillas en todos los poros de mi piel, así que me agaché lentamente y giré, la arena se colaba por todo mi cuerpo, pegándose a mi , pegándose a mi pelo mojado, haciéndome unas cosquillas terribles, entonces por primera vez, sonreí, sonreí como sólo los perros felices saben hacerlo, y miré a mi dueño..la expresión de su cara había cambiado, me cogió en brazos, me acarició, me abrazó y diciéndome, buen perro, volvimos a casa.
        Jamás había sentido un amor tan grande al recibir una caricia, ni siquiera mi cuenco lleno había hecho que me sintiera sí, no recuerdo ningún momento tan especial en todos los años que pasé a su lado, un recuerdo que quedaría siempre en mi memoria. Cuando llegamos a casa, me sentó a su lado en la cocina, sacó aquella masa que tanto me gustaba… yo me relamí y moví la colita, pensando que todo seria como siempre y acabaria zampándome su guiso..pero esta vez no, me miró y sacó del armario unos huevos , pan rallado y cogiendo la masa la moldeó hasta darle la forma de mi cuerpo, rechonchito y chiquitín y lo volteó por el pan rayado de la misma forma que yo me había revolcado en la arena, y lo metió en la sartén…
        Durante días estuve esperando delante de mi cuenco vacío, jamás volvió a darme la comida que le sobraba, mi dueño empezaba a ser famoso por su receta (creo que acabó llamándola croqueta) y se olvidó de mi.
        Yo, que durante años fui el único que apreció sus guisos, que fui su fuente de inspiración, me vi sólo y pasando hambre, en la mas absoluta de las miserias, así que, como nunca he sido de compadecerme, salí de casa a buscar algo de comer, vagué por las calles hasta que un coche me golpeó en la parte de atrás de mi pequeño cuerpo.. a partir de aquí podría contaros otra historia de lucha y coraje, de emociones, pero no es el caso..me recogió “el club de kat”, una asociación para animales como yo, y mi vida ahora está completa, cuando quiero sentirme como la primera vez que sentí una caricia, vuelvo a voltearme en el suelo, y siempre funciona.
        Soy un perro afortunado. Ahora vivo en una casa de locos, rodeada de grandes compañeros, mi cuenco siempre está lleno de comida especial para perros, porque la dueña de la casa no inventa nada y tira mucho de congelados, todo el mundo sabe quién soy, de donde vengo y quién fue en realidad el inventor de la receta de mi antiguo dueño, pues dicen que soy famoso en facebook por mis croquetas.



Relato participante para la asociación El club de Kat

lunes, 4 de noviembre de 2013

Loba Roja, RELATO PARTICIPANTE EN EL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA DE #BUKUSCE

EL SUEÑO DE LOS MUERTOS, CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE

EL SUEÑO DE LOS MUERTOS



Escena inspirada del libro: "El sueño de los muertos" de Virginia Pérez.
El Lugar, Octavo día antes de Letsa. Continuación de lo siguiente: La mujer de gris estudió a Dila con detenimiento. La joven se encogió pese a ser más alta que la Señora, algo que nadie habría dicho cuando la encontró, en una Fiesta de la Renovación, hacía ya diez años. La encontró a ella y también a su Mellizo. Dila era poderosa. O tal vez lo era él. En realidad, si su Mellizo era poderoso, era Dila quien tenía ese poder. El shalhed era una parte indivisible de la shalhia. El poder era de Dila, igual que era de su propiedad el hombre que se lo ofrecía. -Has castigado a tu Mellizo -dijo la Señora. No era una pregunta. -Él mismo se ha castigado, Señora -respondió Dila en voz baja-. Ha pensado en su nombre.
El Sueño de los Muertos




           La Señora asintió, pensativa. Era un extraño caso, muy peculiar. Quizás Dila no era una buena shalhia. Quizás su shalhed era defectuoso. No era normal que después de tanto tiempo recordara su nombre.
          Dila tuvo miedo, el silencio de la Señora no era una buena cosa. Intentó mantener su rostro inexpresivo, pero el miedo y la incertidumbre no ayudaban a conseguirlo. De pronto, la Señora la abofeteo con tal fuerza que Dila cayó al suelo.
   — Castígalo Dila— susurró la Señora. —Castígalo hasta que olvide su nombre y los recuerdos que pueda tener. Castígalo hasta que entienda que solo es un shalhed, que es tu Mellizo y tú eres su Melliza—
   —Si Señora— respondió Dila. El miedo, el asombro por el golpe recibido y el dolor de la mejilla le impedían razonar.
   —Ahora retírate— agregó la Señora. — Este es un asunto que debes resolver cuanto antes. Castígalo por su propio bien, no es bueno para él ni para nadie que crea ser algo que ya no es. Dila asintió y salió de la estancia. Mientras recorría los pasillos en busca de su Mellizo, el dolor de la mejilla remitía hasta convertirse en pequeñas punzadas. Y entre más disminuía el dolor, más aumentaba la rabia y el desconcierto de no saber qué es lo que iba mal con su shalhed.
          Abrió la puerta y lo encontró sentado en el suelo, mirando por la ventana. Dila se concentró, debía castigarlo por el bien de él. Su Mellizo debía aprender la lección.
   — Quítate el sha’al— ordeno Dila Y Kal obedeció, una y otra vez, el dolor insoportable y el deseo de que todo parara. Y Dila continuaba repitiendo la orden, los gritos de su shalhed resonando en la habitación, convenciéndose a sí misma de que todo este adoctrinamiento daría resultado.
          Kal agonizaba de dolor, la muñeca en carne viva, resistiéndose al adoctrinamiento de Dila, susurrando su nombre como si de un conjuro se tratase, como si ello pudiera detenerla.
          Dila se arrodilló junto a él y le susurró. —Tú no eres Kal, ese nombre no existe. Tú solo eres shalhed. Mío— Y besó sus labios. Para Kal fue una brisa de viento entre todo ese dolor.


Si quieres leer más sobre está obra: El Sueño de los Muertos

Este relato ha sido escrito por Loba Roja
Si deseas saber más de Loba Roja, visítala en El Bosque de Loba Roja

domingo, 3 de noviembre de 2013

Crislu, RELATO PARTICIPANTE EN EL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA DE #BUKUSCE

KENNY FLETCHER Y LA MÁQUINA DEL TIEMPO (JORGE S. DE LA TORRE), CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE
La escena pertenece al libro Kenny Fletcher y la Máquina del Tiempo, Jorge S. de la Torre. Continuo Kenny Fletcher y la máquina del tiempo, justo después de que acabe el libro.



A EGIPTO




        Abro los ojos con lentitud, me duele la cabeza y todo me da vueltas. Noto mis manos atadas a la espalda. De repente el pánico empieza a invadirme. Todo está oscuro a mí alrededor y no recuerdo como he terminado en ese lugar.
        Haciendo un soberano esfuerzo me incorporo y trato de buscar una salida, voy dando pataditas a las paredes hasta encontrar la puerta. Cuando la localizo arremeto contra ella y la empujo con todas mis fuerzas, pero ésta no cede. Desesperado comienzo a gritar el nombre de mi hermanastro
   —Mathew, Mathew ¡Socorro!
        Me siento impotente, la cabeza me arde, y unas lágrimas frustración me recorren las mejillas. Las seco rápidamente, no me gusta llorar, aunque no haya nadie mirando. Me vuelvo a sentar en el suelo, cierro los ojos y trato de pensar fríamente. Tengo que poner en orden mis recuerdos, debo recordar cómo he acabado encerrado en este sucio cobertizo.
   —Date prisa Kenny.
   —Voy, voy
   — ¿Tienes la maleta lista?
   —Casi—contesto al tiempo que saco toda la ropa de mi armario y la meto en la maleta haciendo una gran bola. Aplasto la tapa con todas mis fuerzas y consigo cerrar el equipaje.
   — ¿Te has despedido de David?
   —Sí, hemos acordado escribirnos todas las semanas y contarnos todas las novedades sobre la llave.
   —Me parece perfecto—sonríe— ¿listo entonces?
   —Completamente. ¿Me vas a decir ya adónde vamos?—Mathew llevaba haciéndose el misterioso desde que me anunció que pasaríamos las vacaciones juntos.
   —Iremos dos semanas a Barcelona, a visitar la ciudad. Y pasaremos el resto del verano en una de las residencias que el colegio tiene para los alumnos que no pueden volver a casa en vacaciones.
   —Todo eso suena estupendo—contesté sin mucho entusiasmo.
   — ¿Te pasa algo?
   —Últimamente no pedo de dejar de pensar en Josh, el asunto de la llave me distrajo un poco, pero sigo sintiéndome horrible por haberlo dejado solo con mis padres. Mathew me miró intensamente con un gesto pensativo
   —Podríamos ir a buscarlo y hablar con él. Si muevo algunos hilos y hago un montón de papeleo es posible que pueda ingresar el año que viene en Bramley.
   — ¿En serio?—pregunté con los ojos brillantes por la ilusión.
   —Sí, pero no te olvides que el año que viene estudias en el colegio de Egipto. No compartiréis internado.
   —Pero sabré que está bien.
   —No se hablé más, vayamos a buscarlo. Es posible que pueda venir con nosotros de vacaciones. Dejamos nuestro equipaje en casa de los padres de Mathew, metimos una muda y lo esencial en una bolsa de viaje y cogimos el tren para ir hasta Manchester, era una lata no tener la máquina del tiempo. El viaje se me pasó muy rápido ya que me pase durmiendo todo el trayecto.
   —Ya hemos llegado—me despertó Mathew sacudiéndome por el hombro.
   — ¿Ya? ¿Tan pronto?
   —Duermes como un lirón. Salimos a la estación y cogimos un taxi que nos dejó a unas manzanas de mi casa. Tenía muchas ganas de ver a Josh pero Mathew me recodó que no era conveniente que me expusiera demasiado.
   —Aunque ahora te llames Kenny, sigues siendo Alan. No te olvides. Asentí con la cabeza y me encaminé hacia mi casa, procurando no llamar la atención, tarea bastante fácil ya que las calles estaban casi vacías.
   —Ya hemos llegado—informé— ¿Ahora como hago para ver a Josh?
   —Podemos hacer como en las películas—explicó Mathew mientras se agachaba y recogía algo del suelo—tiramos piedras a su ventana, hasta que se asome. Me parece buena idea—dije a la par que recogía una piedrecita que mi hermanastro me tendía.
   — ¿Cuál es su ventana?
   —Esa—expliqué señalando con el dedo. Acto seguido comenzamos a tirar piedras, pero mi hermano no parecía darse por aludido.
   — ¿Estás seguro que tu hermano está en casa?
   —Debería. Espera, me subiré al árbol e intentaré ver si está en su cuarto—la idea se me acababa de ocurrir y enseguida la puse en marcha. Con un impulso me colgué de la rama más baja, y con mucho cuidado fui escalando hasta llegar a una rama gruesa que se encontraba cerca de la habitación de mi hermano.
   — ¿Josh? ¿Estás ahí? No hubo respuesta. Despacio me puse de pie y miré por la ventana, lo que vi me dejo petrificado. La habitación de mi hermano estaba vacía, no había ropa desperdigada por encima de la cama como acostumbraba, y tampoco había ni rastro de sus juguetes preferidos. Bajé del árbol sudoroso y con el rostro frío.
   —Creo que mi hermano se ha marchado de casa.
   — ¿Qué dices Al… Kenny? No puede ser.
   —Pero es—grité lleno de rabia. Voy a preguntarles a mis padres que ha pasado.
   —Es peligroso, recuerda que te has fugado.
   —Necesito saber que ha pasado con mi hermano. Confía en mí, no me ocurrirá nada. Mathew me miro con desaprobación, pero no abrió la boca para protestar.
   —Nos vemos en la cafetería de la esquina dentro de una hora—me despedí
   —Eso sí que no, te acompaño.
   —De ninguna manera, esto es un asunto entre mis padres y yo. Mathew no parecía muy satisfecho, pero al final decidió dejarme actuar. Me sentía muy culpable por lo que le hubiera pasado a Josh, fuese lo que fuese.
   —Déjame la llave. Intentaré investigar más sobre ella mientras te espero.
   —Toma— saque la llave de bolsillo del pantalón y se la di. Me quedé observando, hasta que vi a Mathew doblar la esquina, y luego llame al timbre de mi casa. Estaba bastante nervioso.
Mi madre abrió la puerta, estaba bastante cambiada, llevaba un albornoz y tenía unas ojeras inmensas.
   —Alan—acertó a decir.
   —Mamá—la salude con un inclinamiento de cabeza, la situación era bastante incomoda.
   — ¿Dónde has estado todo este tiempo?
   —Interno en un colegio, estaba harto de vosotros—le respondí fríamente, realmente estaba muy ansioso por saber el paradero de mi hermano.
   — ¿Dónde está Josh?
   — ¿En un colegio interno? Estábamos muy preocupados, no deberías haberte ido sin avisar.
   —Vosotros no teníais que haberme tratado como me tratasteis. ¿Dónde está Josh? Estaba muy enfadado con mi madre, sospechaba que por su culpa mi hermano se había tenido que ir a vivir a otro sitio.
   —Se ha ido a Egipto.
   — ¿A Egipto?
   —Sí, un profesor vino a ofrecerle una beca, para un prestigioso colegio.
   — ¿Cómo era ese profesor?—pregunté a voces.
   —Normal, moreno, de pelo corto, con patillas—enumeró mi madre encogiéndose de hombros.
   —No puede ser—me desquicie tirándome de los pelos. Ese condenado profesor no solo había robado la máquina del tiempo, sino que también me había arrebatado a mi hermano pqueño.
   —Mamá, me tengo que ir. Solo venía para saludar a Josh y para decirte que estoy bien. En cuanto pueda te escribiré para que no te preocupes. Te quiero—le di un beso en la mejilla y me alejé corriendo. Su aspecto me había producido cierta culpabilidad, pero tenía asuntos más importantes que tratar, como por ejemplo recuperar a mi hermano. De repente me frené en seco, cogí un boli y un papel del cajón de la cocina y garabatee una nota.
   —Dale esto a papá cuando lo veas, y siento lo de vuestra separación. Mi madre se quedó inmóvil en el salón, con la nota en la mano, viendo como atravesaba la puerta y me iba. Nada más cerrar la puerta, un hombre me atestó un fuerte golpe en la nuca, dejándome inconsciente.
   —Mathew—volví a gritar a la desesperada, a esas altura mi hermanastro ya estaría buscándome. Así fue, después de muchos crujidos la puerta cedió dando paso a la figura de mi hermanastro.
   — ¿Quién te ha hecho esto?
   —No sé. Tienen a Josh, debemos ir a Egipto cuanto antes—acerté decir antes de caer exhausto entre sus brazos.
Este relato ha sido escrito por Crislu

Si quieres leer más sobre está obra:
Kenny Fletcher y la Máquina del Tiempo
Si quieres conocer más al escritor Jorge S. de la Torre

sábado, 2 de noviembre de 2013

Encarni Arcoya, RELATO PARTICIPANTE EN EL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA #BUKUSCE

CAUTIVO DE LAS TINIEBLAS, CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE
 

Cautivo de las Tinieblas de Jorge A. Garrido 


Escena continuación de Cautivo de las Tinieblas. Escena de la página 130, cuando Frel se sube en el dragón por primera vez y lo enfada por no saber tratarlo y compararlo con un caballo.



Cautivo de las Tinieblas, Jorge A. Garrido


Cautivo de las Tinieblas





   _Muy bien, humano – se jactó.
   _Yo creo que este humano puede necesitar un cursillo rápido de vuelo – intervino el otro dragón.
   _Si, buena idea – convino con el otro en un tono jocoso.
   _¿¡Qué!? – exclamó Frel. El cuello del dragón se volvió hacia él y su mirada no deparaba nada bueno. – Sujétate... humano – le avisó con desprecio.
   _¡Te he dicho que soy... Frellllllllllllll! – Gritó al tiempo que el dragón empezaba a trotar, de ahí a correr para ganar algo de velocidad extendiendo sus alas para batirlas y elevarse. Mientras, Frel trataba de agarrarse como podía para no caer al suelo que se alejaba cada vez más. No sabía si mirar o no, demasiado ocupado al principio en intentar no caerse del dragón que no dejaba de moverse como si lo estuviera haciendo a posta. ¿Lo cogería si se caía de la montura? ¿O los dragones no tenían ningún miramiento? No, había visto la estrecha relación que parecían tener tanto Ráziel como Drana con sus dragones Káfavan y Bállastar, solo necesitaba que el dragón lo aceptara y, aunque fuera una milésima, le importara su vida para no dejar que se convirtiera en una masa sanguinolenta si caía de semejante altura.
       Cada vez que parecía estar acostumbrándose el dragón viraba de golpe desestabilizándolo y teniendo que, en ocasiones, arañar todo el lomo hasta afianzarse en su agarre. Eran esos los momentos en que pensaba que el corazón se le iba a salir del pecho y sería lo primero que cayera, seguido de su cuerpo.
   _¡Bajaaaa! – Chilló cuando el dragón se puso boca arriba en el cielo y Frel, como jinete, casi se precipita de cabeza de no ser porque había aguantado la ley de la gravedad apretando con sus piernas para impedir caer. – ¡Baja por lo que más quieras! – Prosiguió gritando más fuerte por si el dragón era sordo y no lo escuchaba.
   _Claro... humano – Accedió él lanzándose en picado hacia la tierra. Frel apenas tuvo tiempo de tumbarse por completo en el dragón para impedir que el viento generado por esa caída lo separara de él y expulsara del medio medianamente seguro que tenía en ese momento para mantenerse con vida. Con el rabillo del ojo podía ver cómo todo pasaba delante de él a una velocidad increíble, demasiado rápida como para aterrizar de una forma “normal”.
   _¿¡Qué estás haciendo!?
   _Bajar, lo que me has dicho.
   _¡¡No te estrelles!! - Aulló desesperado al ver cómo la tierra estaba cada vez más cerca y no reducía la velocidad. – ¡No te estrelles! – Repitió cuando los árboles los engullían. Cerró los ojos pensando que quizás así el dolor fuera menor y gritó con toda la fuerza que podía.
       El dragón siguió su avance hasta que viró en pleno vuelo para solo rozar con sus patas el suelo impulsándose de nuevo hacia el cielo. Frel no se dio cuenta de nada, solo pegado como una lapa al dragón en un intento por fusionarse con él y que el cuerpo de ese enorme dragón oscuro lo protegiera de una muerte segura.
   _Humano, abre los ojos - voceó el dragón. – ¿Acaso crees que voy a matarme? Eso es lo que harían los caballos, ellos seguirían las órdenes de humanos como tú aunque supieran que van a morir.
   _Vale, vale, ya lo entendí. ¿Podemos ahora volver a tierra firme, por favor?
       El dragón pareció mofarse por e miedo que se traslucía en la voz de Frel pero hizo lo que le pidió. Planeó un poco más para ir bajando en altura hasta que pudo ver al resto de dragones y humanos esperando. Descendió lentamente hasta tomar tierra y situarse de nuevo junto a su hermano de especie, los dos algo alejados de los otros dragones, poniendo distancia ante los que eran, antaño, enemigos.
   _¿Te has divertido? – Le preguntó su hermano.
   _Oh, sí, bastante. Aunque creo que el humano – lapa que tengo no puede decir lo mismo... – Contestó girándose un poco para que el dragón viera cómo llevaba a Frel.
       Éste abrió los ojos y miró a su alrededor, a los árboles, a una altura normal, a Ráziel y Drana que intentaban no soltar una carcajada y a Cóler, sentado sobre el dragón con una cara que no se podía interpretar. Finalmente, miró hacia el suelo y sus ojos se abrieron de par en par. ¡El suelo! ¡El bendito suelo! Se soltó del dragón cayendo directamente y abrazándose como podía.
   _Frel, tienes que volver a montar – Le dijo Drana.
   _¡No me lo recuerdes! – Exclamó apretando más su “abrazo” en la tierra.
   _No es para tanto muchacho. Solo trátalos como un compañero, no como animales – Lo instruyó Ráziel.
   _Y procura llevarte bien con ellos – Añadió Cóler.
   _Es fácil decirlo – Masculló Frel. Suspiró antes de levantarse del suelo, sacudirse la tierra y mirar con pánico al dragón que le esperaba.
   _¡Oh, por favor! – Exclamó éste cansado. Avanzó hacia Frel hasta que estuvo a la distancia justa para mover su pata y, con sus garras, cogerlo por la cintura. Tanto Drana como Ráziel se pusieron en alerta por si el dragón intentaba matarlo pero éste lo único que hizo fue lanzarlo al aire.
       Frel poco podía hacer en esos momentos. Estaba dando vueltas en el aire, cada vez más arriba, y sabía que llegaría un momento en que debería caer. Sin embargo, un golpe sordo que reverberó en todo su cuerpo hizo que fuera consciente de que acababa de aterrizar en el dragón, éste de nuevo en el aire pero cerca de los demás. Se sujetó a duras penas mientras, ahora sí, veía cómo iban bajando hasta pisar tierra de nuevo.
   _Ahora no vayas a bajarte, humano. O haré lo mismo – Le advirtió. Y, por la cuenta que le traía, no pensaba bajarse porque ya era suficiente el espectáculo y tenía una ligera idea de lo que ese dragón, o cualquier otro, podía hacer.
        El joven guerrero no añadió nada más. Los dragones, ahora, le parecían menos amistosos que antes.

La autora de este relato es Encarni Arcoya visítala en su web EncarniArcoya.com
Si quieres leer más sobre está obra: Cautivo de las Tinieblas
Conoce al escritor en su web: Jorge A. Garrido

viernes, 1 de noviembre de 2013

BlogEntendemos RELATO PARTICIPANTE EN SIGUE UNA ESCENA DE #BUKUSCE

SUYA EN CUERPO Y ALMA, CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE
Relato continuación de la novela Suya en cuerpo y alma
La escena que continuo es en la que Elizabeth sale de un taxi y se encuentra con Emma que entra en el portal. Le pide ayuda con unos cuadros que tiene que dejar en casa de Charles, así que Emma le ayuda y entran en su casa para dejarlos. Elizabeth propone tomar un café y lo prepara. Este es el momento en el que comienza mi historia, tras preparar café.



El autor de este relato es BlogEntendemos
Si quieres leer más sobre está obra: Suya, cuerpo y alma - Volumen 1

Esta entrada es para mayores de edad, si deseas leerla sigue el enlace
Si deseas saber más de BlogEntendemos, visítalo en: Entendemos.wordpress


Este relato tiene Segunda Parte, puedes leerlo en el siguiente enlace.

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Sandra Monteverde Ghuisolfi, RELATO PARTICIPANTE EN EL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA #BUKUSCE

LA LLAMADA DE LA SELVA, JACK LONDON, CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE
 

La llamada de la selva de Jack London 


    Continuación de los dos primeros párrafos del Capítulo 5:
A los treinta días de haber salido de Dawson, el correo de Salt Water, con Buck y sus compañeros al frente, llegó a Skaguay. Estaban en un estado lamentable: agotados y exhaustos. El peso de Buck se había reducido de sesenta y cinco a cincuenta kilos. El resto de los perros, aun pesando menos, habían perdido relativamente más peso que él. Pike, el tramposo, que se había pasado la vida fingiendo y que tantas veces había logrado hacer creer que tenía una pata herida, cojeaba ahora de verdad. Sol-leks andaba paticojo y Dub tenía una paletilla dislocada.
A todos les dolían terriblemente las plantas de los pies. No podían saltar. Dejaban caer pesadamente las patas en la tierra trasmitiendo la vibración a su cuerpo, con lo que duplicaban la fatiga de la jornada. No les pasaba nada, excepto que estaban muertos de cansancio. No se trataba del agotamiento que sigue a un determinado y excesivo esfuerzo del que cabe recuperarse en cuestión de horas, sino de la lenta y prolongada extenuación provocada por meses de esfuerzo sostenido. Ya no tenían capacidad de recuperación ni reserva de energías a la que recurrir. Habían utilizado todo lo que tenían. Cada músculo, cada fibra, cada célula, participaba de la extenuación, de la mortal fatiga. Y había motivo. En menos de cinco meses habían recorrido cuatro mil quinientos kilómetros, los últimos tres mil con sólo cinco días de descanso. Cuando llegaron a Skaguay estaban en las últimas. Apenas podían mantener tensas las riendas y, en cuesta abajo, les era difícil mantenerse fuera del alcance del trineo.

La LLamada de la Selva, Jack London


El arduo trabajo del tiro y de la pista


Aromas de Libertad




       En cuanto se vieron libres de las correas, se arrastraron como pudieron hasta el sitio que les pareció más acogedor, en aquel granero donde los confinaron y se dejaron caer, agobiados y resollando de agotamiento. Tenían hambre, muchísima hambre y sobre todo sed, pero carecían de fuerza para buscar un poco de agua siquiera. Los hombres tampoco se encontraban en mejores condiciones. Serían capaces en esos momentos, de vender su alma al diablo, a cambio de una buena comida, un baño caliente con sales perfumadas y una cama cómoda y mullida, donde reposar su casi exánime osamenta. Pero los perros eran su única fortuna, por lo que les acercaron un gran cuenco rebosante de agua y repartieron raciones de pescado para cada uno, antes de satisfacer sus propias necesidades.
       Buck bebió primero, se lo merecía; su trabajo como perro guía y líder del grupo había sido excepcional y más de una vez cargó con el peso de uno de sus compañeros, cuando lo vio a punto de desfallecer. Sin bajar la guardia y manteniendo siempre la disciplina y el orden, apoyó discretamente a los más débiles. Sabía que si uno caía, el resto también lo haría y ese era un lujo que no podían permitirse. Ni siquiera el temor al garrote hubiese logrado que se levantaran, porque su cuerpo no habría respondido. Una vez satisfechos el hambre y la sed, le tocó el turno al descanso. Derrengados, se durmieron profundamente, tanto que ni siquiera soñaron.
       Tres días después, se encontraban más repuestos, aunque las huellas del viaje se reflejaban aun en sus cuerpos: podían contárselas las costillas una por una sin mucho esfuerzo. Buck se animó a dar una vuelta por el lugar, sin perder de vista a sus compañeros que reposaban. Su olfato le habló de los cientos, miles de perros, que como ellos, habían estado en ese sitio, intentando recuperar fuerzas para seguir corriendo por las pistas o dejando allí su último aliento. Este pensamiento le hizo rebelarse contra su destino. Recordó su vida en casa del juez Miller, cuatro años de placidez y felicidad, sin sobresaltos, golpes ni correas; rememoró la noche en que su vida cambió para siempre al ser secuestrado, y su primera experiencia con el garrote, en manos de un hombre de jersey rojo, que luego de domeñarlo a porrazos, lo vendió como perro de tiro, y evocó finalmente, los miles de kilómetros que llevaba recorridos  desde entonces, buscando darle un sentido a su vida y luchando cada día por sobrevivir.
       Las paredes del almacén eran sólidas, pero en un rincón encontró que algún otro visitante había comenzado a cavar un hoyo. Se acercó con aprensión, no fuera a ser una trampa. Introdujo el hocico y sintió el gélido aire del exterior y sin darse cuenta casi, siguió con la tarea que alguien había comenzado imaginando una utópica libertad. Mientras cavaba, sintió por primera vez el impulso irresistible de escapar, de huir de esa vida miserable de fatigas, dolor y pescado seco. Los demás dormían, así que intentó hacer el trabajo discreta y silenciosamente. No podía arriesgarse a que lo siguieran. Debía hacer esto solo. Los demás serían un estorbo y una responsabilidad, con la que no pensaba cargar.
       Cuando por fin en medio de la noche, pudo pasar las patas delanteras y con mucho esfuerzo salir al exterior, el frío nocturno lo hizo tiritar. El miedo a lo desconocido y el hábito, lo frenaron por un momento. Miró por el hueco a sus compañeros dormidos y pensó en volver a la calidez de los jergones de heno que cada cual se las ingenió para hacer, con el fin de descansar en un lugar tibio. Calibró sus posibilidades y llegó a la conclusión de que era ahora o nunca. Jamás volvería a presentársele otra oportunidad así y sabía que se arrepentiría el resto de su vida, si no escapaba ahora. Su futuro con los hombres era más de lo mismo; en libertad, era incierto, pero no podía ser peor que esto y al menos sería él quien forjara su destino. La suerte está echada, se dijo y dándose la vuelta, se agazapó y caminó contra la pared del granero, para que no lo descubrieran.
       Fue pasando de casa en casa, de local en local, siempre alerta y sigiloso. Los hombres dormían agotados por las duras jornadas de trabajo o por las borracheras una vez cobradas sus pagas. Oliendo el viento para prevenir peligros, siguió sin prisa pero sin pausa, avanzando a través del amodorrado pueblo. Se llevó un susto mayúsculo, cuando al pasar por un portal, que resultó ser el de una taberna, salió precipitadamente de él un hombre muy alto y corpulento. Se paró en la puerta y con los brazos en jarra inspiró varias veces y oteó en derredor. Buck se aplastó contra la pared, intentando no respirar siquiera, para que su helado aliento no lo pusiera en evidencia. El hombretón dio entonces un par de pasos tambaleantes, bajó los escalones con la habilidad que da la costumbre de embeodarse a menudo y se metió entre dos árboles, obviamente apurado por satisfacer ciertas necesidades biológicas.
       Buck aprovechó esta circunstancia y apuró el paso sin dejar de estar alerta en todo momento. Si lo cogían escapando, era perro muerto y su fin no sería nada agradable, pues con seguridad lo molerían a palos delante del resto de animales, para que sirviera de escarmiento. De pronto al levantar la cabeza, vio a su derecha una calleja que terminaba en un bosquecillo. No se veía un alma y se encaminó hacia allí. Tenía el cuerpo adolorido por la tensión, pero en cuanto cruzó el pequeño monte, vislumbró al fin la enorme inmensidad blanca de la libertad. A su izquierda estaban las pistas; instintivamente sabía que debía evitarlas a toda costa por el resto de su vida, si no quería retornar al infierno del cual estaba escabulléndose. En el instante en el que comenzó a correr, cayeron los primeros copos de una intensa nevada, que Buck confiaba borraría sus huellas y haría imposible su búsqueda.
       Volaba por la tierra endurecida, sin ver más que la cortina blanca que caía sin tregua, dejándose llevar únicamente por su intuición y sus ansias de ser libre. Acostumbrado a correr durante largos tramos, no dejó de hacerlo, hasta que; se vio rodeado de altos arboles que amortiguaban la nevada. Percibió entonces un olor muy particular, entre familiar y extraño, que lo atraía y lo repelía a la vez. La curiosidad pudo más que el recelo y siguió el rastro del peculiar aroma hasta una caverna. Allí encontró a una loba, que gemía de dolor. La hembra en cuanto lo vio, le gruñó amenazadoramente, pero Buck la ignoró y se acercó con cautela hasta ella. De entre las almohadillas de la pata delantera derecha, sobresalía un alambre que se le había clavado profundamente entre los huesos. La loba se lamía incesantemente, pero le era imposible arrancársela, pues la inflamación de la zona le impedía doblar la articulación.
       El enorme perro le imponía respeto y el dolor era tan lacerante, que la loba cedió, dejó de protestar y le permitió acercarse. Buck en cuanto examinó la herida, supo lo que debí hacer. Primero rozó su hocico contra el suyo, para que ésta se percatara de que su intención no era hacerle daño. Sabía que la extracción del filamento sería muy dolorosa, por lo que estuvo largo rato lamiéndole él también la pata, hasta que notó que el animal se relajaba. En cuanto ella cerró los ojos, rendida por la aflicción, cogió firmemente con sus dientes el extremo del alambre y tiró de él con todas sus fuerzas. La loba aulló de dolor y se puso en guardia otra vez, gruñéndole enfurecida. Buck retrocedió y vio con satisfacción que del agujero manaba sangre, pero ella estaba en pie sin darse cuenta de ello. Mirándola a los ojos, le ladró con autoridad para que se tranquilizara y recién entonces la loba fue consciente de que estaba apoyada en sus cuatro patas. En ese instante entendió lo que había pasado y se dejó caer, entre agradecida y adolorida.
       En la cueva había un pequeño arroyuelo, con una deliciosa agua que se conservaba líquida a pesar de las bajas temperaturas. El problema fue encontrar sustento para ambos. El perro estaba acostumbrado a que le dieran su ración de comida y no tenía idea de cómo cazar. Pero ante la necesidad de alimentarse, salió a buscar el modo de hacerse con alguna presa. La suerte estuvo de su lado, pues un enorme alce, estaba caído a pocos metros de la entrada de la guarida. Era un ejemplar muy viejo, al que le había llegado su hora. Sin saber exactamente como acabar con él, Buck lo cogió de una pata trasera, pero desistió al recibir una débil coz con la otra. Intentó morderle las ancas, pero el cuero era muy duro y no pudo hincar sus dientes en él. Gimió de impotencia y su lamento fue oído por su nueva amiga, que se asomó trabajosamente a la entrada. Al ver al animal caído, la loba se acercó sin dudarlo y con un mordisco certero, le cercenó la yugular. En pocos minutos el anciano cesó todo movimiento y el enorme cuerpo pudo ser arrastrado hasta el interior de la caverna. Buck cuidó lo mejor que supo de su amiga durante días, hasta que la inflamación cedió completamente y la loba pudo apoyarse sin casi sentir dolor. El frío ayudaba a que la herida no se infectase y la cicatrización fue bastante rápida. Las provisiones estaban aseguradas y el sitio era cómodo y agradable. Ambos animales dormían juntos, para darse calor mutuamente y se generó entre ellos una relación muy estrecha basada en la confianza y la necesidad. Él comenzó a llamarla Shep, en honor a su propia madre. Cuando al fin salieron al exterior, una vez que la loba recuperó completamente sus fuerzas, Buck fue consciente de que el descanso y la buena comida, había hecho maravillas también en su propio cuerpo. Sintió recuperados su peso normal, su agilidad y ya no tenía dolores en la musculatura, ni en las patas.
       Cuando vio a Shep correr al sol, apreció el bellísimo y tupido pelaje de color gris que se le oscurecía paulatinamente desde los flancos, hasta llegar a ser negro retinto en el lomo. Sus ojos eran azules, de una profundidad inquietante. Saltaba entre los arbustos con resolución y seguridad y animaba a Buck a seguirla. Retozaron como cachorros durante un largo rato, escondiéndose uno del otro, esquivándose entre galope y galope y jugando a pillarse entre ellos. Shep era esbelta y delicada, con una agilidad que asombraba al enorme perrazo, que se sentía torpe a su lado. Exhaustos de jugar, se echaron sobre la verde hierba y dormitaron felices. Llegada la hora de volver, Buck siguió a Shep pero se paró ante la entrada de su guarida. No estaba seguro si ella, ahora que volvía a ser dueña de sus fuerzas, le permitiría quedarse. Bajó las orejas y agachó la cabeza, sin dejar de mirar a la loba que entró resueltamente en la caverna.
       Ésta, al comprobar que él no la seguía, salió a su encuentro y al verlo en posición tan sumisa, no logró contener la risa, parecía un corderito mojado en medio de una tormenta. Buck abrumado, se dio la vuelta dispuesto a marcharse: no iba a permitir que nadie se burlase de él. Shep, advirtió su turbación y sin dejar de sonreír, en tres rápidos saltos se paró frente al angustiado animal y le rozó el hocico cariñosamente. Luego lo invitó a seguirla a la cueva. Buck se irguió y fue en pos de la que ahora sí, sabía su compañera. Tenía por delante un largo aprendizaje, pero era consecuente con su decisión de ser libre del yugo de los hombres y ya no estaba solo. Shep le enseñaría todo lo que debía saber para sobrevivir y él sería un alumno aplicado y la protegería aun a riesgo de su propia vida, si era necesario. Ya tenía un objetivo, una meta y a alguien con quien compartirlo, el resto, sería puramente anecdótico.

Sandra Monteverde Ghuisolfi


Si quieres leer más sobre está obra:
La LLamada de la Selva, Jack London

Encarni Arcoya, RELATO PARTICIPANTE EN EL CONCURSO SIGUE UNA ESCENA DE #BUKUSCE

, LA MORTAL AMADA DE SAMSON: VAMPIROS DE SCANGUARDS, CONCURSO DE RELATOS BUKUSONLINE #BUKUSCE
Escena cuando los amigos de Samsom, después del cumpleaños, junto con la stripper, se van y Amaury invita a la stripper a irse con él.


La autora de este relato es Encarni Arcoya visítala en su web EncarniArcoya.com


Esta entrada posee contenido para adultos, si deseas leerla sigue el enlace
Si quieres leer más sobre está obra:
La Mortal Amada de Samson: Vampiros de Scanguards Series, Book 1 (Vampiros de Scanguards #1)


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