EL BUEN SAMARITANO
Era domingo por la mañana, recién entrado el otoño. Bajaba caminando por la carretera de Palamós (Sant Feliu de Guíxols) hacia el paseo marítimo; donde cada domingo montan el mercado semanal.
No es que sea un comprador compulsivo, ni me guste revolver en las pilas de ropa bajo el lema "Barato, Barato", pero me gusta pasear por las paradas de frutas y verduras pues son de los "pageses" de la zona.
Bien, volviendo a la carretera de Palamós... Hace unos años inauguraron un centro de la Tercera Edad, rodeado de jardines y una gran plazoleta. Caminando por esa calle, vi detrás de las rejas del geriátrico (Gent Gran) a un señor de avanzada edad en silla de ruedas ondeando frenético un pañuelo blanco. Mis sentidos de alerta se agudizaron y tratándose de una persona mayor corrí hacia la reja para ofrecerle mi ayuda. Al llegar le pregunté que le ocurría y el anciano guardó el pañuelo con pasmosa tranquilidad y se sacó un cigarrillo. Una vez introducido en la boca me hizo con el puño cerrado y moviendo el pulgar la señal de fuego.
Decepcionado por la picaresca del hombre al utilizar tan sagrada bandera para algo tan superfluo le extendí el mechero de mala gana. No tardó en encendérselo, dando bocanadas de puro éxtasis, tras aquellos segundos en los que pude sabor en mis pulmones su cigarrillo, se giró con la silla de ruedas para marcharse. Al ver sus intenciones le grité:
_ Disculpe! El mechero!_ su respuesta, sin volverse hacia mi, fue la inconfundible señal de la mano cerrada con el dedo corazón extendido.
En aquel momento me vino a la mente la frase esa que dice ...
"De tan bueno que es, parece tonto"
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