HOY HE VISTO UN CONEJO
Cada día me levanto a las seis de la mañana. No necesito despertador. Toda una vida en la marina hacen que algunos hábitos sean difíciles de olvidar. Después de asearme (afeitado incluido) y desayunar, salgo a caminar por el bosque. Desde hace cuatros años, me acompaña mi fiel perra Tara, un cruce de pastor catalán (gos d'atura). He de decir que las circunstancias de su adopción fueron, si más no, estrambóticas; como muchas otras que me llevan ocurriendo desde hace siete años. Pero hoy me centraré en esta:
Paseando por el Carrilet entre S'Agaró y Castell d'Aro hay una parte donde las casa con sus impresionantes jardines vallados desaparecen para dejar paso al bosque. Adentrándote en un pequeño reducto de paz y tranquilidad. El poblado de pinos, robles y encinas que se extiende tras una frontera invisible entre civilización y naturaleza ofrece al caminante un amplio surtido de olores y sonidos que para mí representan esa recarga de energía que todos necesitamos.
Ese día, recuerdo que iba distraído. Hacía más frio de lo normal para finales de mayo. La brisa transportaba el olor húmedo del bosque. Pensando en mis quehaceres percibí como Tara se detuvo en seco, tensándose, con la vista fija clavada al frente. Miré hacia el camino y vi un pequeño conejo grisáceo en medio de él. Me giré instintivamente hacia mi compañera (siempre pasea suelta) y vi en sus ojos una petición. Lentamente negué con la cabeza; señal que interpretó al instante. Resignada se sentó y resopló sonoramente. Perplejo ante tal muestra de inteligencia tardé varios segundos en autoconvencerme que aquello no eran más que casualidades mal procesadas por mi cerebro. Sacudiendo la cabeza dirigí la vista hacia el camino. El conejo seguía allí, de pié, levantado sobre sus patas traseras nos mostraba los dientes en lo que se me antojó una burlona sonrisa. Acto seguido se giró y se marchó con gráciles saltos. Congelado por la surrealista visión, observé nervioso a mi alrededor por si había alguien más que estuviera viendo aquello. Estaba solo. Miré a Tara y sin querer le dije:
"_ ¡Si no fuera por qué es imposible, diría que ese conejo se estaba riendo!."
Tara soltó un bufido cargado de resignación mientras se levantaba y empezaba a caminar, dejándome aún más estupefactado.
Cuando al fin me recuperé y empecé de nuevo a andar; una idea cruzó mi mente, haciéndome reir a carcajadas mientras Tara se detenía a esperarme.
" Hoy he visto un conejo y se ha burlado de mi perra"
3 comentarios :
Jajajajaj!! Pobre Tara!
exelente!! que grande eres Elric!!!!
Sólo faltó el Sombrerero Loco!
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