EL ARTE DE AMAR.
Aquí, en las afueras de tus ojos
es donde tu mirada me calienta.
Aquí, rodeado entre tus brazos
es donde el miembro, cual soldado,
en la imaginación se adentra.
Aquí, navegando entre tus besos
es donde naufraga mi razón.
La ropa se hace estorbo.
Es tarde para frenar al morbo
que se apodera de los dos.
Mis sentidos se pierden entre tu cuello,
tus pechos, y bajando.
En horizontal los cuerpos.
Tú extraviada entre suspiros,
los culpables, besos húmedos
que mis labios van sembrando.
En la “v” que dibuja tu cuerpo,
el punto donde mi roce
desata tu pasión.
Ahí guardas la estrella
que reina en mi cielo.
Ahora este barco
lo gobierna la lujuria.
Nuestras manos
soltaron ya el timón.
Arden mis huesos.
Arden mis manos cabalgando tu piel.
Nos quema el deseo.
El fuego se apodera de tu ser y mi ser.
Se calla el silencio.
Lo ahuyenta el aire que expiras sin voz.
La humedad se alimenta
del roce de placeres, unidos los dos.
En tus labios sureños,
la sinrazón se dejó llevar.
No pusimos esfuerzo
en dejar al placer surcar su mar.
Todo acabó.
Nuestros cuerpos tendidos,
exhaustos y entre escalofríos,
aún piden rozarse.
Mis dedos buscan los tuyos.
Tus piernas me hacen un nudo
del que no intentaré fugarme.
No hay placer más excitante,
con más gozo y júbilo
que el sexo.
Practicar el arte de amar
donde dos mentes nadan juntas
y, sin mediar palabra,
conversan dos cuerpos.
es donde tu mirada me calienta.
Aquí, rodeado entre tus brazos
es donde el miembro, cual soldado,
en la imaginación se adentra.
Aquí, navegando entre tus besos
es donde naufraga mi razón.
La ropa se hace estorbo.
Es tarde para frenar al morbo
que se apodera de los dos.
Mis sentidos se pierden entre tu cuello,
tus pechos, y bajando.
En horizontal los cuerpos.
Tú extraviada entre suspiros,
los culpables, besos húmedos
que mis labios van sembrando.
En la “v” que dibuja tu cuerpo,
el punto donde mi roce
desata tu pasión.
Ahí guardas la estrella
que reina en mi cielo.
Ahora este barco
lo gobierna la lujuria.
Nuestras manos
soltaron ya el timón.
Arden mis huesos.
Arden mis manos cabalgando tu piel.
Nos quema el deseo.
El fuego se apodera de tu ser y mi ser.
Se calla el silencio.
Lo ahuyenta el aire que expiras sin voz.
La humedad se alimenta
del roce de placeres, unidos los dos.
En tus labios sureños,
la sinrazón se dejó llevar.
No pusimos esfuerzo
en dejar al placer surcar su mar.
Todo acabó.
Nuestros cuerpos tendidos,
exhaustos y entre escalofríos,
aún piden rozarse.
Mis dedos buscan los tuyos.
Tus piernas me hacen un nudo
del que no intentaré fugarme.
No hay placer más excitante,
con más gozo y júbilo
que el sexo.
Practicar el arte de amar
donde dos mentes nadan juntas
y, sin mediar palabra,
conversan dos cuerpos.
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