Surrealismo a flor de piel
Permanezco sentada en el ombligo de mi existencia.
Presa de mis pensamientos me detengo y observo. La prisa se amaga en el cesar de las horas, el tiempo desaparece entre mis piernas.
Recorre mi cuerpo una salvia perpetua de “resistencia”, vigoriza mis ideas.
Nacen nuevos conceptos que me pertenecen, credos fecundados en mi conciencia por un caudal de instintos contenidos en la ausencia.
Puedo permanecer inmóvil sosteniendo mi discurso, cerrar los ojos y convocar mi alma a las profundidades.
Puedo transformar en néctar, los recuerdos más severos y endulzar mis penas cuando el dolor me azota.
Emerger del abismo no es más fácil que residir en él.
Labios zurcidos por la censura, rompen los hilos del silencio.
Aflora la rabia convertida en llanto, impotentes lágrimas se aferran a una triste mirada que observa y no ve.
Mis manos, transparentes por momentos, empuñan un trozo de canción olvidada en los rincones del pasado, la desmenuzo con mis oídos, quiero digerirla, saborearla, quiero deglutir nota tras nota, fusionar mi cuerpo con su esqueleto, pero se apaga la voz.
Convertida en polvo, tizna de ausencia el pentagrama de mi existencia.
Invisible ante los ojos de la sociedad, desnudo mi cuerpo de falsas creencias, lo visto de placer y le enseño el camino al edén.
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