S.O.S
(Soledad, oscuridad, silencio)
Estoy sentada a su lado; presiento su intención.
Es pálida, lánguida de ojos
irremediablemente tristes.
Viste con suaves harapos de
seda y se columpia en las vidas de los “solos”.
De quimérica sonrisa y manos
gélidas.
Suele permanecer arraigada a
lo inexistente.
Abstraída, quizás por el
dolor, se acurruca en las manos del tiempo.
La miro con cierto temor, me
pregunto si está aquí para acompañar mis horas, o simplemente se pasea al azar
por las ánimas perdidas.
Intento hablar, pero me
calla… el silencio es su aliado.
Lo lleva consigo a donde
quiera que vaya.
Cautivo de su belleza, se
rinde ante sus pies.
Custodia su paso con mirada
silenciosa, amenazando al sonido con segarle la voz.
La dama que empuña desdicha,
también empuña evolución.
Me señala con el dedo, me
incrimina y penaliza.
Bajo la mirada y pienso en
el “por qué” de sus acusaciones, no
reniego de su compañía, aún que a veces me atormente la idea de lo eterno…
Ella no habla, ni quiere
hacerlo, se hace gigante cuando el silencio la rodea con sus manos.
Y gigante es el sigilo que
emanan sus cuerpos perfectamente acoplados.
Fluye el miedo de entre sus
siluetas, puedo percibirlo, se esparce por la habitación, con grotescos
movimientos.
La oscuridad que hasta
entonces estaba dormida, aborta claridad y engendra luces negras que oprimen
sentimientos en pechos cansados.
Desaparecen personas,
objetos y pensamientos, todo se torna complejo, de difícil percepción, se
evaporan las horas, los días permanecen estancados, perennes, en la senda de la vida.
Y así vamos creciendo y
madurando en un mundo forjado por creencias absurdas que nos hacen estar cada
vez más solos en un lugar donde el miedo es una arma de manipulación masiva y
la soledad consecuencia de ello.
Alejandra Pizarnik
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