AUTOR: SIDCA
KITO
Mi nombre es Kito. Os voy a contar qué me pasó una de las veces que estaba persiguiendo a una mariposa.
La primera vez que tuve constancia de mi contacto con otros humanos fue aquella tarde que, paseando por el bosque, metí mi patita en un agujero. Fue una tarde aciaga. Al dolor por ese hecho, se sumó el hecho de que estaba cayendo agua por todas las partes. Me quedé así durante buen tiempo, hasta que algo cogió mi patita y la sacó del agujero. No pude ver muy bien pues era de noche. Tan negra como mi piel.
Recuerdo que esa noche me pusieron algo encima mío, con el cual sentí algo en mi cuerpo parecido a aquellas veces cuando mi antiguo amo me ponía cerca del fuego.
Tenía tan poca fuerza, debido a que había gastado mi poca energía en intentar sacar la patita de aquel dichoso agujero…¡que no pude ni tan siquiera levantar mis pobres orejitas para escuchar el ruido que había cerca de mí!
Al no volver con mi dueño, me sentí desorientado. Con mucho miedo. Quizás porque no sabía qué, o quién, me había ayudado.
Por lo pronto, no eran alimañas peligrosas. Porque si así lo fuera, ¿por qué me estaban dando ese manjar que tenía delante de mí?
Así empezó aquella nueva vida.
Todo era muy diferente a mi alrededor. Los humanos, mi nueva ama, mi nuevo hogar, mis amigos…¡muy distinto a lo que tenía antes!
A pesar de tenerlo casi todo, me faltaba algo. Husmeaba por entre los alrededores, pero no sé qué sensación me estaba invadiendo desde que llegué a ese nuevo hogar que…no sé, no sé cómo explicar esa nueva sensación.
¿Quizás tenía que ver con la comida? No, porque me gustaba más que la que me daba mi anterior amo. ¿Era la cama, mis nuevos amigos…? ¡No, tampoco! Y esos seres me acariciaban. Incluso mejor que mi antiguo amo.
No sé qué era. Era nueva para mí. Jamás antes la había sentido. No sé. Me sentía extraño. Muy raro. No era yo. ¿O sí?
Dejé pasar el tiempo para saber si era ese cambio en mi vida el responsable de esa sensación extraña.
Al cabo de varias semanas, me volvió a pasar. ¡Otra vez esa sensación!
Al día siguiente se lo pregunté a mis amigos. Tuve que buscar una solución porque no podía estar con ese dolor de barriga. Sin rumbo en mi vida. Parecía como esos seres alados, que van a todas partes sin destino fijo. Siempre moviéndose. Buscando algún lugar fijo.
Mis amigos siempre me decían lo mismo:
—Ya te acostumbrarás. Eso suele pasar durante un tiempo. Después desaparecerá. A nosotros nos pasó lo mismo.
Tuve que confiar en ellos. Por algo lo han pasado.
En fin. Intenté seguir con mi vida, tal cual la tenía antes de ser recogido por esos seres.
Pasaba el tiempo y mis amigos se preguntaban qué era lo que me pasaba.
—Hola chicos. Para ser sincero, os he estado mintiendo durante todo este tiempo. Realmente sigo con esa extraña sensación. No se me ha quitado.
Todos me miraron con pena. Sin saber qué hacer.
Mi situación en ese lugar empezó a empeorar. Apenas probaba bocado, no dormía, vagaba como los pájaros. Mis amigos me miraban como si fuera un extraño.
Hasta que un día, en el que empecé a perseguir a una mariposa por las cercanías del lugar, me empecé a sentir bien.
A medida que me alejaba de aquel lugar, me sentía más vivo. Con más ganas de vivir.
¡Claro, eso era…! ¡Aquella sensación desaparecía a medida que me alejaba de aquel lugar! ¡Entendí qué era lo que me pasaba!
—¡Amo, espérame, quiero volver contigo amo! ¿Dónde estás, amo?
No reconocí el sitio en donde estaba, pero aquella sensación ya se había ido.
Busque un cobijo donde pasar la noche, pues hacía tiempo que la luz se había ido.
Y, sin querer, metí mi patita en un agujero.
Relato participante para La Asociacón Albergue de Bañaderos
Relato participante para La Asociacón Albergue de Bañaderos
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