-Debo ganar, tengo que ganarlo, no pararé hasta que
no se mueva, hasta que deje de respirar -pensaba Tyson mientras sus
propietarios preparaban el terreno y lo llevaban enjaulado hasta el ring.
Es lo que debía hacer por sus dueños si
quería algo decente para comer y no una simple rata que era su único alimento
durante días porque o bien la mataba cuando pasaba cerca de lo que le hacían
llamar hogar o se trataba de un desecho putrefacto.
Su pelaje había cambiado en estos tres
últimos años. Cuando nació era un perro muy feliz, corriendo y jugando con sus
hermanos en una casa grande de jardín coloreado con sus padres hasta que
después de 2 meses lo entregaron a sus dueños… Esos dueños que le obligaban a
hacer cosas que no quería pero ahora era su manera de ser, aprendió que si no
se peleaba no comería. Hasta hoy.
Al llegar a su nuevo hogar pensó que sería igual de feliz que con su familia, pero tan solo pisar la casa el hombre con barba espesa de varios días sacó unas tijeras y la mujer teñida de rubio le metió un bozal en la boca y agarró fuertemente su cara. De un tijeretazo le dejaron sin orejas. Tyson no pudo evitar llorar, revolverse, sacarse de encima a esas personas tan malvadas.
-¿Qué les he hecho?- pensó amargamente Tyson mientras se le nublaba la vista con sus propia sangre.
Al llegar a su nuevo hogar pensó que sería igual de feliz que con su familia, pero tan solo pisar la casa el hombre con barba espesa de varios días sacó unas tijeras y la mujer teñida de rubio le metió un bozal en la boca y agarró fuertemente su cara. De un tijeretazo le dejaron sin orejas. Tyson no pudo evitar llorar, revolverse, sacarse de encima a esas personas tan malvadas.
-¿Qué les he hecho?- pensó amargamente Tyson mientras se le nublaba la vista con sus propia sangre.
Poco a poco preparan sus dueños y otras
personas, que de vez en cuando veía por ahí, una zona vallada con el suelo de
tierra dura. Falta poco. Tyson ya puede ver a su enemigo, su contrincante, su
presa…
Es de su misma raza pero no se podía comparar con las dimensiones ni el peso de Tyson, un auténtico American Pit bull Terrier blanco y atigrado de 40 kilos y de al menos medio metro de altura. El otro era un simple Pit Bull color canela que no llegará a los 25 kilos y de unos 20 centímetros de alto, no le llega ni al pecho de Tyson. El hombre de la barba abre la puerta de su hogar, esa mísera jaula que solo le permite estar de pie y estirado, le coloca su collar de antes de pelear y se van los dos al ring.
Tyson mueve el rabo, va feliz a luchar porque es lo que le han enseñado que está bien. Sobrepasan la valla y se coloca en su esquina. Preparado, solo necesita su señal para hacer lo que mejor se le da: matar.
Es de su misma raza pero no se podía comparar con las dimensiones ni el peso de Tyson, un auténtico American Pit bull Terrier blanco y atigrado de 40 kilos y de al menos medio metro de altura. El otro era un simple Pit Bull color canela que no llegará a los 25 kilos y de unos 20 centímetros de alto, no le llega ni al pecho de Tyson. El hombre de la barba abre la puerta de su hogar, esa mísera jaula que solo le permite estar de pie y estirado, le coloca su collar de antes de pelear y se van los dos al ring.
Tyson mueve el rabo, va feliz a luchar porque es lo que le han enseñado que está bien. Sobrepasan la valla y se coloca en su esquina. Preparado, solo necesita su señal para hacer lo que mejor se le da: matar.
Pero Tyson ya no se siente tan bien
como antes. Se ha vuelto lento y está dolorido, las señales de su cuerpo le
delatan, debido a las reiteradas peleas que le obligan sus dueños a participar.
Ha perdido las últimas cuatro batallas. Hace un mes que no come decentemente y
se siente cada vez más débil. Hoy ha escuchado a la mujer teñida que están
cansados de él que solo es un gasto. El pobre Tyson se le cierran los ojos, no
de sueño, si no de debilidad. Si continua así morirá de inanición. No se entera
bien de lo que sucede a su alrededor últimamente. Pero sabe que sus dueños
están cerca al oírles hablar. Otra vez su casa se mueve.
-Otra batalla que hacer, otra vez sin comer…- piensa tristemente Tyson mientras nota el traqueteo del coche dentro de su jaula metálica. Cierra los ojos y se deja llevar, ya le despertarán cuando lleguen al ring, como siempre.
-Otra batalla que hacer, otra vez sin comer…- piensa tristemente Tyson mientras nota el traqueteo del coche dentro de su jaula metálica. Cierra los ojos y se deja llevar, ya le despertarán cuando lleguen al ring, como siempre.
Sin embargo, nota un súbito frío que le
recorre todo el cuerpo, no lo entiende porque donde suelen combatir hace calor
por la calefacción. Con un gran esfuerzo
abre los ojos y para su sorpresa se encuentra en un prado de cereales, solo.
-¿Dónde estoy, y mis dueños?- se pregunta desconcertado ante la nueva situación . Consigue levantarse después de un duro esfuerzo y llega hasta un camino negro, asfaltado, es una carretera porque oye los coches, procura mirar de donde viene ese ruido y…
-¿Dónde estoy, y mis dueños?- se pregunta desconcertado ante la nueva situación . Consigue levantarse después de un duro esfuerzo y llega hasta un camino negro, asfaltado, es una carretera porque oye los coches, procura mirar de donde viene ese ruido y…
Un chirrido de calzada, un derrape mal
dado, unos gritos de nerviosismo, unas manos que lo agarran y finalmente
tranquilidad cómoda. Pero Tyson escucha algo, es una canción ridícula típica de
la radio. Abre de nuevo los ojos y se sorprende al estar en la parte de atrás
de un coche, estirado. Nunca lo habían dejado estar en la parte de atrás, eso
es motivo de ser pegado con el palo de hierro. Da un brinco y ve que conduce
una chica morena con gafas que va tarareando esa penosa canción. La morena al
darse cuenta de que se ha despertado Tyson alarga el brazo hacia el asiento del
copiloto, remueve por su bolso y saca un hueso comestible de perro. Tyson no se
puede creer lo que tiene ante si y escucha por fin la voz de la la chica que le
dice dulcemente:
– Chiquitín, pobre, ¿qué te ha pasado? Anda ten una chuche cielo- dice mientras le acerca esa apetitosa golosina a su boca.
Sin pensarlo dos veces Tyson se abalanza a por su presa. Casi se come la mano de la chica al cogerla.
–¡Dios mío! Estás muerto de hambre, anda ten bonico- y saca una bolsa enorme llena de esas deliciosas delicatesen y las coloca en el asiento posterior del coche para que Tyson llegue mejor al estar atado con el cinturón de seguridad.
– ¡Qué delicia! Por fin algo bueno que comer. Gracias chica morena- agradece Tyson con su rabo y mirando a la chica que conduce mientras ella hace peripecias para acariciarle la cara llena de clapas sin pelo, por sus múltiples peleas, mientras sigue manejando el volante del automóvil.
– Chiquitín, pobre, ¿qué te ha pasado? Anda ten una chuche cielo- dice mientras le acerca esa apetitosa golosina a su boca.
Sin pensarlo dos veces Tyson se abalanza a por su presa. Casi se come la mano de la chica al cogerla.
–¡Dios mío! Estás muerto de hambre, anda ten bonico- y saca una bolsa enorme llena de esas deliciosas delicatesen y las coloca en el asiento posterior del coche para que Tyson llegue mejor al estar atado con el cinturón de seguridad.
– ¡Qué delicia! Por fin algo bueno que comer. Gracias chica morena- agradece Tyson con su rabo y mirando a la chica que conduce mientras ella hace peripecias para acariciarle la cara llena de clapas sin pelo, por sus múltiples peleas, mientras sigue manejando el volante del automóvil.
Cuando la chica sacó del coche al saco
de huesos que era ahora Tyson se vio rodeado. Había dos enemigos delante suyo
pero el pobre Tyson estaba tan cansado que ya no podía defenderse de otros
acatantes. Se estiró en el suelo para que su final fuera más rápido e indoloro,
además porque eran esta vez dos perros contra uno. Tyson sabía que no podría
ganar, era su hora y estaba preparado. Pero de repente siente que están los dos
perros oliendo mientras yace estirado en el suelo.
-¿Por qué no me atacan?- se cuestiona Tyson ante estos extraños perros. Abre un ojo y observa a una perra canela moviendo enérgicamente el rabo y oliéndole toda la cara y de repente... un lametón en su cara.
-¿Por qué no me atacan?- se cuestiona Tyson ante estos extraños perros. Abre un ojo y observa a una perra canela moviendo enérgicamente el rabo y oliéndole toda la cara y de repente... un lametón en su cara.
Esa muestra de cariño animal hizo que
Tyson abriera los dos ojos, tan abiertos y desconcertados eran esos ojos que
las dos personas, la morena y un chico
delgado, iniciaron una ardua conversación entre ellos donde el protagonista era
él.
–Sí, en medio de la carretera rondaba y casi me lo llevo por delante pero suerte que iba despacio porque no me gustan esas curvas, ya lo sabes. Lo he metido rápido en el coche.-acaricia el cabezón de Tyson- Bua, ¿Lo ves? Uf, este perro ha sido utilizado en peleas, no creo que sea de sparring, sino que debió de ganar algunas. ¿No ves las cicatrices? Está famélico, creo que hace meses que no come, puede que se cansaran de él por perder las batallas. Que pena…- dice la morena al chico delgado mientras inspeccionan a Tyson en el suelo y los otros dos perros le dan ánimos lamiendo su cuerpo.
–Sí, en medio de la carretera rondaba y casi me lo llevo por delante pero suerte que iba despacio porque no me gustan esas curvas, ya lo sabes. Lo he metido rápido en el coche.-acaricia el cabezón de Tyson- Bua, ¿Lo ves? Uf, este perro ha sido utilizado en peleas, no creo que sea de sparring, sino que debió de ganar algunas. ¿No ves las cicatrices? Está famélico, creo que hace meses que no come, puede que se cansaran de él por perder las batallas. Que pena…- dice la morena al chico delgado mientras inspeccionan a Tyson en el suelo y los otros dos perros le dan ánimos lamiendo su cuerpo.
Tyson no se lo podía creer, después de vivir
meses con la morena y el delgado, tenía dos amigos y una era su novia. Pero no
todo el camino fue de rosas porque Tyson le costó mucho entender que nunca más
pasaría hambre y que esos dos amigos caninos nunca le harían nada malo.
¿Cuantas veces Tyson mordió al perro negro y la perra marrón le mordía a la vez
a él para que no atacara al otro? El pobre no entendió muy bien que ya no hacia
falta agredir a los otros perros para comer. Suerte que el perro negro nunca se
enfadó con él, ni mucho menos, fue paciente como un tutor con su pupilo. La
chica morena y el chico delgado fueron tolerantes y dedicados con Tyson. Había
muchas cosas que Tyson pensaba que eran correctas cuando en realidad no lo
eran, la pareja siempre lo estaban corrigiendo. Cómo se ponía el dúo cuando tenia en sus fauces
atrapado al perro negro, no paraban de gritarle y hacer cosas sin lastimarlos
para que abriera la boca y lo soltara. Aunque cuando hacía alguna cosa que la
pareja pensaba que estaba bien le daban un trozo de pollo. Tyson no tardó en
relacionar las broncas con algo malo que nunca más debía volver a hacer , y
cuando hacía algo bueno le recompensaban con algún trozo de comida.
Ahora por fin Tyson mueve la cola para
salir a pasear y no para entrar a pelear. Por fin Tyson duerme dentro de la
casa con los humanos y no entre metálicas rejas de su jaula en el patio
exterior. Por fin puede jugar con otros perros a buscar una pelota o un palo y
no a quien aguanta de pie en una pelea a muerte. Por fin Tyson puede dormir
tranquilo sintiendo el calor de una familia, de un hogar y no con el miedo en
el cuerpo si aparece el hombre de la barba con unas tijeras. Por fin Tyson ha tenido
su oportunidad de ser un perro.
Relato participante para la Asociació Molosos i Terriers Catalunya
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