Tras el duelo en la Caverna de los latidos, los vencedores forjaron su destino, pero ¿y los derrotados?
De Yyrkoon conocemos su castigo, pero ¿que le aconteció a la Enlutada?
EPÍLOGO
EL DESTIERRO DE LA ENLUTADA
¡Despertad, despertad!
Esas palabras escuchó Elric antes de entender que dormía, sin ser consciente de haberse acostado. Y menos aún en un jergón ruin y mal oliente en una cuadra deshabitada. No sabía si las voces eran de ensueño o alguien compartía su encierro, pero solo encontró silencio. - ¿Hay alguien ahí? ¿Quién me ha desvelado y cuál es la causa de mi encierro?
Proveniente del exterior escuchó el relinchar de unos caballos. Intentó incorporarse pero su cuerpo no quiso reaccionar. No sabía cuanto tiempo llevaba allí, ni la última vez que tomó su poción, aunque intuía que era otro el motivo de su encierro.
Entonces observó que le rodeaba la cintura un cinto con forma de tres serpientes Pitón entrelazadas y unidas por sus bocas a su vientre. Empezó a comprender que alguien le había secuestrado y no por artes humanas, eso estaba claro, la magia era parte culpable de su situación. Del fondo del establo, de un rincón donde no le alcanzaba la vista, escuchó un gemido seguido de una respiración alterada y de un alarido.
- ¡Elric, te maldigo! La próxima vez no dudaré en acabar contigo con mis propias manos. ¡Monstruo mal nacido, porque no puedo moverme!
Era Yyrkoon el personaje que estaba en el otro extremo del establo. ¿Con que maldito propósito habrían secuestrado a las dos personas que quizás más se odiaban en este mundo?
-Tranquilo primo, - respondió Elric - No soy yo el culpable de tu secuestro. Todavía no he descubierto al causante de esta trama, ni el misterio que envuelve nuestro cuerpo y nos imposibilita el movimiento.
Justo al acabar de hablar Elric, descendió del tejado una niebla espesa de color ámbar que al difuminarse mostró un rostro familiar, un joven al que al príncipe Elric no le costó reconocer. Su benefactor, su demonio protector o su Señor según la posición del tablero. Y Arioco habló.
- Despejaremos dudas para no tener que soportar una pelea de gallitos, sin pico ni espolones. ¡Cacareo!, muy típico de vuestra condición humana.
- Mi propósito es probar quién de los dos debe ser poseedor de un bien muy preciado y exiliado desde vuestra última pelea. Si Elric hubiese acabado con la vida de Yyrkoon se habrían disipado mis dudas, sería el candidato ideal para gobernar el caos en todos los planos. Pero me falló y la Enlutada fue desterrada. Ya no soporto los miles de lamentos que gimen desde su interior, y que le dan un poder que a veces sospecho, pudiese ser rival, pero no adelantemos acontecimientos. Os encierro con varias pruebas a superar. La primera será liberaros del cinturón de pitones que os imposibilita la acción, pero no el razonamiento. Pero antes debo aclarar lo más importante, - y acercándose a ellos enfatizó.
- ¡Los dos debéis superar las tres pruebas juntos!, por separado solo encontrareis la muerte anticipada. La solución al primer misterio es tan solo una palabra, vuestra palabra, vuestra razón de ser. La que os definirá eternamente en todos vuestros actos y abrirá el cerrojo que os inmoviliza. Encontrar la palabra que os define y seréis liberados. Y recordad, ¡debéis acabar los dos!
Y desapareció tras pronunciar la última palabra.
Entonces Yyrkoon empezó a maldecir y amenazar a su primo con su clásico odio enfermizo. Siempre quería demostrar su superioridad, y también por no perder las costumbres.
- Piensa primito, yo lo tengo fácil, pero tú, el indefinido, el medio muerto, el rey flojo…. ¡El Desheredado!
- No pienso entrar en tu juego, - respondió Elric - Ni malgastar un gramo de mi cordura para cacarear como bien habló Arioco.¿Sólo una palabra? ¿Cuál es la palabra que encierra mi libertad, que me otorga la vida y a la cual me debo? ¿Es amor?
Pero no se liberó. Quizás debía gritarla y así lo hizo… - ¡Amor!
A lo que sólo hubo una respuesta, una enorme risotada de su primo que contestó con otra… - ¡Poder! Pero tampoco consiguió resultado.
Elric contesto encadenando varias respuestas, - ¡Rey, Trono, Saber! Pero no hubo respuesta.
A Yyrkoon seguían resultándoles muy graciosas las respuestas de Elric a las que replicó – ¡Heredero! Pero no se liberó. Encolerizado gritó:
- ¡Odio, Rabia, Ira! Y a la tercera se abrió. - ¡Ira! Ira repitieron las serpientes mientras se deslizaban por su cintura y desaparecían.
- ¡Si, si, si! - Gritaba Yyrkoon.
-¡Nobleza, Orgullo… Razón! - Gritó Elric con cierta desesperación.
Pero no consiguió resultado. Mientras, su primo recorría la cuadra buscando algo, quizás algún objeto, quizás su querida Enlutada, escuchó los relinchos de los caballos afuera y buscó la puerta para salir, olvidando por completo a su primo Elric que meditabundo intentaba no complicarse recitando mil palabras.
-¡No!- se repitió a sí mismo. Debo encontrar en ese mar de despropósitos mi razón de ser, a que dedico mi destino, no era amor, ¡no! ni patria, ¡no!, ni mi destino, ni mi origen. ¿Cúal es pues? Y entró en ese mar de melancolía al que solía recurrir en su palacio, cuando deseaba estar a solas con su destino. Deseaba estar con su amada, deseaba gobernar para todo su pueblo sin ser juzgado por sus decisiones, deseaba tener un cuerpo más acorde con sus obligaciones, sin tener que recurrir a sus conocimientos y algunas malas artes. Pero todo lo que deseaba lo conseguí - se dijo - a mi amada Cymoril, al pueblo de Imrryr a mis pies, y marché en busca de nuevos conocimientos para hacerme valedor de mayor grandeza. ¿Pero porqué?, ¿porqué deje todo lo que me importaba? ¿Qué busco en verdad?, ¿qué deseo?, ¿qué anhelo?
- ¡Claro! – Respondió - Ya se cual es mi yo, mi razón, porque me muevo, porque existo. -¡Anhelo! – gritó de repente.
Siseando anhelo, las serpientes se deslizaron sobre su cintura y le liberaron.
- ¡Anhelo!, tuve el anhelo de recuperar a mi amada y lo conseguí, el anhelo de querer el respeto por parte de mi pueblo y lo conseguí, ahora anhelo un mundo mejor, y es mi meta, es anhelo lo que me mueve.
Y salió corriendo tras su primo Yyrkoon. Apareció en medio de un paraje lúgubre, la cuadra a su espalda había desaparecido y se encontraba ante una tierra devastada donde solo se vislumbraba el cielo oscuro lleno de nubes grises rodeando las montañas. Escuchó de nuevo relinchar a los caballos, y al desviar la mirada hacia las bestias observó asombrado una escena fantasmagórica. Había un cerco de estacas rodeado de alambre negro, y en su interior media docena de caballos dorados portando un maderuelo en forma de capirote de halcón que les cubría la cabeza. Relinchaban y trotaban poseídos por una rabia inusual. Al despejar los caballos el centro de su encierro pudo ver dos objetos clavados en el suelo, con un brillo mortecino. A sus oídos llego un grito susurrante, - Elric, Elric-, silbaba en sus adentros. Tormentosa le reclamaba, y a su lado La Enlutada gemía deseando poseer a su propio dueño.
- ¡Serán mías!- gritó Yyrkoon. Y apareció justo detrás de Elric empujándolo precipitadamente hacia las vallas golpeándolo contra ellas.
Notó como los alambres le desgarraban la piel y empezaban a absorber su esencia vital. Se agachó consiguiendo zafarse de su rival y de las espinas.
- ¡Basta! - Grito Arioco apareciendo entre los caballos. - ¡Recordad! ¡Los dos juntos hasta el final!
- La segunda prueba está clara: domar un caballo y recuperar las espadas. La tercera y definitiva prueba será, por fin, retaos a un duelo mortal. El botín que espera al vencedor es majestuoso, y por supuesto será mi favorito. Elric tuvo clara la solución, aprovechando que Yyrkoon había quedado perplejo ante las palabras de Arioco, saltó encima de su primo y el impulso lo llevó dentro con los caballos, y al primero que le atacó le grito - ¡Anhelo! El animal bajo el hocico y se descolgaron sus riendas.
Yyrkoon colérico empezó a entonar un cántico, un encanterio para destruir lo material. - ¡Materia sólida fuiste, materia inerte eres, en materia del caos te convertirás y un gran destrozo originarás! Y las estacas rompieron en un alarido y en palos y astillas se transformaron. Al primer caballo que le atacó, Yyrkoon ya le tenía el truco copiado a su primo.
- ¡Ira!
El caballo se postró ante su nuevo dueño. Los dos se acercaron para recuperar a sus respectivas espadas rúnicas. La primera en ser desenterrada fue Tormentosa y más acostumbrada a la mano de Elric, gimió de alegría con el reencuentro. La Enlutada pareció estar enfadada con Yyrkoon, pues al cogerla sintió un estremecedor quejido y un agudo escalofrío recorrió todo su ser.Así pues, empezaba la tercera prueba.
La Ira se posicionaba mucho mejor que el Anhelo, era más fuerte y su rabia hacia aumentar sus envites. También la Enlutada mandaba en el duelo de espadas hermanas, su encierro la había vuelto feroz, y su sed no tenia tregua.
-¡Sangre y alma! – reclamaba.
Yyrkoon consiguió dar el primero.
- Tocado primo, avista tu final!
Un corte en el muslo izquierdo era suficiente desventaja para Elric, no por el corte en si, sino porque de nuevo había sentido la sensación que volvían a robarle el alma. -¡maldita Enlutada!
Sabedor de su debilidad, en ella encontró el momento de calma justa para entrelazar la lógica de todo aquel reto, y volvió a susurrar – Anhelo….
Y recordó anhelar aquel formidable movimiento ejecutado por milady Oone para derrotar al Caballero de la Perla. Cogió un trozo de estaca suficientemente grande. Con ella en una mano, Tormentosa en la otra y las riendas del caballo entre los dientes, atacó. Adelantó la espada, y retrocediendo la estaca preparó el golpe. Con un grácil movimiento la estaca y la espada atacaron al mismo tiempo derribando así a su oponente y desarmándolo.
Pero de nuevo Elric recordó la palabra que le había ayudado a vencer, y también anhelaba que se acabaran las disputas con su primo. Otros juzgarían a Yyrkoon, no estaba en su poder tal desenlace. Así que una vez más le perdonó.
Y Arioco sentenció:- De nuevo vuelves a enfadarme y reafirmas mis dudas respecto a tu alianza conmigo. No dudas en desobedecer mi único deseo. Así pues, zanjo este duelo y declaro vencedor a ¡Yyrkoon! que recuperará a La Enlutada y te volverá a traicionar. Y para ti Elric, por tu desobediencia, no recordarás nada de lo acontecido, pero si serás justo protagonista de la destrucción de todo lo que anhelas.
Escrito por Lazarus
Si quieres leer más sobre está fantástica saga: Elric de Melniboné
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